Las cartas estaban guardadas en dos cajas de papel madera. La primera contenía la correspondencia del escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura y uno de los más grandes autores latinoamericanos del siglo pasado. La segunda, la correspondencia del célebre escritor mexicano Carlos Fuentes.
En cada una de las cajas se encontraban las cartas enviadas a ambos por el argentino Julio Cortázar—su firma, larga y elegante—y por el colombiano Gabriel García Márquez—con una firma casi infantil, de letras anchas y escritas con crayones de colores.
Cartas entre Vargas Llosa, Fuentes, Cortázar y García Márquez. Juntos, cierran el círculo de los escritores más influyentes de la historia literaria latinoamericana.
Fui a la Universidad de Princeton, una de las más antiguas y prestigiosas en Estados Unidos, para acceder a sus archivos históricos. En el tercer subsuelo de su biblioteca, esperé sentada en una mesa larga a que me trajeran el carrito con las cajas por las que había preguntado. Quería ver con mis propios ojos esos papeles quebradizos que son un registro íntimo de una época.
Las notas manuscritas, hojas mecanografiadas y cartas postales están fechadas en un periodo de alrededor de 20 años, que se corresponde con el llamado boom latinoamericano. Entre finales de los años 50' y principios de los 70', escritores como estos cuatro escribieron obras (Cien años de soledad, Rayuela, Conversación en la Catedral, La muerte de Artemio Cruz) que se convirtieron en las bases de la nueva literatura latinoamericana.
El libro Las cartas del Boom, editado por los investigadores Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos reúne esta correspondencia por primera vez. El volumen es grande y está lleno de notas al pie. Incluye una introducción que contextualiza el periodo y un anexo con algunos textos de los autores.
Vargas Llosa, Fuentes, Cortázar y García Márquez no solo fueron los principales exponentes del boom, sino también grandes amigos. De literatura, política y de camaradería hablan las cartas que se intercambiaron a lo largo de los años, de las cuales se recuperaron las 207 que forman parte de este libro.
En esta entrevista con Carlos Aguirre, investigador peruano y director de Estudios latinoamericanos en la Universidad de Oregon, le pregunto sobre el proceso de editar Las cartas del Boom.
Cómo
“Fue a uno de nosotros, a Augusto Wong, a quien se le ocurrió la idea de organizar las cartas cronológicamente, pero no por pares, como suele hacerse, sino como una conversación a cuatro voces que se va desarrollando en el tiempo y en la que cada uno va participando. Fue una idea visionaria. Él mismo transcribió las primeras 160 cartas que teníamos y nos las mandó en un documento Word, diciendo: ‘Aquí están, por si les sirve. Ya veremos qué hacemos’.
“Cuando leímos eso, nos dimos cuenta de que esto no era solo una colección de cartas; aquí había una historia narrada en primera persona por los mismos protagonistas. Ayudaba a esclarecer muchas cosas de su trayectoria como escritores, su vida como intelectuales públicos, sus relaciones con otros escritores, con Cuba, con editores, traductores. Fue realmente deslumbrante leerlo”.
Hasta ese momento, el archivo había sido una herramienta de trabajo para los cuatro investigadores. “Éramos cuatro amigos intercambiando materiales”, me dice Aguirre desde su casa en Oregon. Pero una vez que lo tuvieron entre las manos, se dieron cuenta de que esa colección podía ser valiosa para los lectores interesados.
¿Cómo fue el proceso de buscar todas las cartas?
“Cuando empezamos, teníamos unas 160 cartas que habíamos recolectado en distintos viajes a Princeton y a otros lugares. Algunas habían sido publicadas en revistas. Pero sabíamos que había otras que no conocíamos. Así que decidimos buscar todo el material posible de los autores; incluyendo telegramas, tarjetas postales y más. Preguntamos a coleccionistas, revisamos archivos. De esa búsqueda, encontramos 206 cartas”.
Cuando Aguirre, Martin, Munguía y Wong Campos estaban a punto de enviar el manuscrito a la editorial, apareció la carta número 207. Los nietos de García Márquez, en México, habían descubierto un ático en la casa donde había vivido Gabo, donde había unas cajas que no recordaban haber visto antes. Dentro de una de ellas, guardando polvo, estaba la colección de cartas que había recibido el escritor de El amor en los tiempos del cólera durante décadas.
Había correspondencia de Fidel Castro, Bill Clinton, Toni Morrison y otras figuras destacadas de la política y literatura del siglo pasado. Entre ellas apareció también una carta de Carlos Fuentes, que terminó siendo la última que aparece en el libro.
“En realidad, es una nota breve por el cumpleaños de Gabo, que cumplió 85 años. Es un lindo cierre, porque Fuentes le dice: 'Pensar que nos conocimos hace 50 años, te agradezco por tus libros'. Y Fuentes falleció dos meses después”.
¿Cuáles fueron las dificultades de editar un libro a ocho manos?
“No fue tan sencillo, éramos cuatro personas con distintos criterios editoriales, intelectuales, y hasta interpretaciones diferentes sobre un mismo fenómeno. Teníamos opiniones distintas sobre cómo organizar las cartas, qué incluir en las notas, o si debíamos contextualizar más o menos en ciertos casos”.
La organización final de las cartas consistió en dos secciones principales. La primera, titulada “Pachanga de compadres”, en honor a la idea de camaradería que aparece en varias cartas de García Márquez, reúne la correspondencia de los autores desde finales de los 50’ hasta comienzos de los 70’. Ese fue el periodo más intenso del boom, en el que los autores fueron más prolíficos, y que coincidió con el apogeo político y el entusiasmo por la Revolución Cubana.
La segunda sección se llama “Fin de fiesta”, una especie de resaca de la primera parte, y va desde mediados de los 70’ hasta el 2012. “Desde 1975 todo cambia. La amistad entre los cuatro se quiebra, especialmente entre Vargas Llosa y García Márquez, y el fenómeno del boom, como tal, deja de existir”, dice Aguirre. Aunque todos continúan siendo escritores reconocidos—“como los Beatles”, continúa, “que se separan, pero siguen siendo los Beatles”—el número de cartas disminuye drásticamente y su contenido se vuelve más formal y burocrático. También para este momento es mayor el uso del teléfono, lo que explica la disminución de los intercambios epistolares en general.
Dónde
“Recuerdo estar aquí, exactamente dónde estoy sentado ahora: durante unos nueve meses, todos los sábados nos reunimos por tres horas en Zoom para leer una por una todas las cartas”. Aguirre señala su escritorio. Desde la cámara, se ubica justo en medio de una habitación cuyas paredes visibles están cubiertas de libros, perfectamente ordenados a lo largo de una biblioteca dividida en tres partes, que va del piso al techo.
“Teníamos que leerlas y contextualizarlas, revisar posibles errores de transcripción o tipográficos, y nos preguntábamos si debíamos corregirlos o dejarlos tal cual. Cortázar escribía en argentino, por ejemplo, y entonces decía 'vení', en vez de ‘ven’. ¿Lo dejábamos o no? Eran largas sesiones para resolver temas muy específicos”.
Martin se conectaba al Zoom desde Inglaterra, Wong desde Perú, Munguía desde México y Aguirre desde Estados Unidos. Hasta el día de hoy, los cuatro coeditores nunca estuvieron juntos en un mismo lugar.
"En ningún momento se nos ocurrió recortar alguna carta o editarla para eliminar detalles personales”, sigue Aguirre. “No se eliminó una sola palabra o línea. Desde ya, algunas cartas, no sé cuántas, se han perdido. Pero si no están en el libro, es porque no las tenemos”.
¿Si es que aparecieran más cartas, harían una reedición ampliada?
“Quizás en unos años, si tenemos suerte y conseguimos otros materiales. Una cosa que tampoco se pudo incluir son las dedicatorias manuscritas que se ponían en sus libros. Para nuestro criterio, son también una especie de mini-cartas, donde hay mucho cariño, admiración y algún que otro detalle”.
En las cartas los escritores hablan de sus novelas en las que están trabajando, se envían manuscritos y piden sugerencias. ¿Notaron una influencia de estos intercambios epistolares en su producción literaria?
“No se puede afirmar que hayan influido directamente en sus obras, pero sí se puede percibir un impacto”, explica Aguirre. Lo que queda claro es que las cartas evidencian la importancia de recibir las opiniones de sus pares. “Las cartas funcionan como herramientas de reafirmación individual y colectiva. Uno de los grandes logros de nuestro libro es mostrar cómo estas trayectorias se entrelazan, permitiendo que cada autor se afirme como escritor gracias al apoyo del grupo”.
Hay una idea que circula mucho en las cartas, y es que, entre las obras de los cuatro, en realidad estaban escribiendo una sola gran novela latinoamericana. Como si cada uno de ellos aportara una pieza a un constructo mayor.
Por qué
“Las cartas tienen un valor que hoy lamentablemente se ha perdido. Permitían esa comunicación cómplice, íntima. Cartas que no estaban escritas para ser publicadas”, dice Aguirre”.
“Es fundamental construir un espacio para el trabajo individual, pero también es clave establecer puentes y redes de colaboración con amigos y colegas que compartan esta vocación. Me parece muy importante. Nada ocurre, salvo excepciones, en total soledad o aislamiento”.
“Esa es una lección importante. Y la última —en la que probablemente algunos no estarán de acuerdo conmigo—, pero que para mí es clave, es que ellos no eran solo escritores. Tenían una voracidad por saber mucho más allá de su oficio”.
“Lo que sí tenían claro en distintos momentos estos escritores es que las cartas valían. Y bromeaban con eso, esta carta va a terminar en Harvard, decían”.
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Si querés saber más sobre el boom latinoamericano y las cartas de estos escritores, te invito a que pases a ver el sitio en el que Carlos Aguirre escribe y publica sus investigaciones.
Como siempre, espero que pases un buen domingo, que descanses y leas mucho. Seguimos la conversación acá en los comentarios y por Instagram, donde podés ver más sobre libros, reseñas literarias, y librerías por las que paso en Nueva York.
Nos leemos estos días. Te mando un abrazo,
Jessie
Jessi
Muy interesante el boom latinoamericano
Muchas gracias. Celia
Jess, es increíble cómo cada vez sorprende más y más la calidad de tus escritos, entrevistas e investigaciones. Cómo siempre, me dejas con muchos pendientes para leer 🤗