Mi abuelo Pipa, un hombre alto y robusto, de cabello y bigote blanco, me leyó una vez, en voz alta, un artículo del diario. Era diciembre de 2011, los tiempos no tan lejanos en que el diario llegaba, puntual, a la puerta de casa cada domingo.
La nota decía que los chicos en Argentina leían poco: entre dos y tres libros por año.
Recuerdo que aquella cifra me pareció extraña. Tenía 10 años y le dije a Pipa, indignada, que yo no estaba de acuerdo. Ese año, podía asegurar, había leído al menos cincuenta libros.
—¿Cincuenta?—Repitió mi abuelo, levantando la mirada desde el otro lado de la mesa. Sus ojos claros, detrás de los lentes redondos de lectura, me observaron mientras negaba con la cabeza—Imposible—determinó.
Pipa era un lector inigualable: siempre tenía una novela en la mano, y guardaba otra en el maletín por si algún momento de espera lo tomaba desprevenido. Su biblioteca estaba abarrotada de libros y libritos que sobresalían, descontrolados, por los costados de los estantes; biblioteca de la cual yo me alimentaba en esos fines de semana largos, y que iluminaba mi naciente, y ambiciosa, obsesión literaria.
Ese día caluroso, de agobio veraniego, decidí que el próximo año iba a llevar la cuenta de todos los libros que leyera. Estaba determinada a demostrarle a Pipa que yo, desde mi mirada pequeña, también era muy lectora.
En letra imprenta y con tinta roja, el primer título apuntado en mi lista fue Harry Potter y la Piedra Filosofal—el inicio de un camino sin retorno hacia unos hábitos de lectura vertiginosos e insaciables. En 2012 leí 56 libros. Desde ya que, ese diciembre, cuando le dije a mi abuelo que yo había “ganado” (¿qué cosa? ¿a quien?), él no tenía idea de qué le estaba hablando.
Así y todo, sostuve mi voracidad y mis listas, y en los años siguientes apenas terminaba un libro para meter mi nariz en otro.
Leí muchos libros que no me gustaban, pero que igual terminaba porque—como la niña muy seria que era—pensaba que no estaba bien dejarlos a la mitad. También leí libros que no entendía pero con los que insistía porque sabía que eran “clásicos”, y necesitaba entender por qué. Quería empaparme, quizás, de los textos que eran la columna vertebral de aquello que se llamaba literatura.
Leí, también, muchos libros raros que encontraba en la librería de segunda mano a la que iba con mi mamá; varios que llegaban a mis manos por descuido y que claramente no eran para mi edad, llenos de guerras y de muerte, de violencia y sexo, crímenes y venganzas. Mi imaginación se tornó tentacular y voluptuosa. Mi realidad era una compuesta de varias otras realidades hechas de letras, puertas infinitas a mundos impropios que me fascinaban.
Saltaba de George Orwell a Julio Verne, de las novelitas lacrimógenas de Poldy Bird a las indescifrables de Kurt Vonnegut. Mezclaba Roald Dahl con Louisa M. Alcott y Mafalda con Boogie el Aceitoso, y todo el tiempo me preguntaba cómo era posible que la tinta sobre el papel lograra provocarme tantas cosas. Cómo hacían los escritores para construir mundos enteros de puro invento, y movilizar tantas emociones con la sola palabra.
Este año, mi lista tiene 39 títulos—ahora apuntados en una letra minúscula que desafía la legibilidad:
Leí algunos libros para chicos, también libros de cuentos y de poesía. Leí novelas largas y muy malas, y otras muy cortas y muy buenas. Leí textos tristes y otros que me robaron sonrisas involuntarias en el colectivo. Entre ellos, muchos libros a los que no hubiera llegado de no ser por Bibliofilia.
Hay varios que no aparecen en la lista: los que me aburrieron y dejé por la mitad—ya perdí los principios—, y los que no anoté en el momento, y por ende ahora no recuerdo—también perdí la práctica de llevar la cuenta.
El primer libro que leí en el año fue La dependienta, de Sayaka Murata; el último, Las inseparables, de Simone de Beauvoir. En la mitad, me gustaron muchísimo La insumisa, de Cristina Peri Rossi, Los Netanyahus, de Joshua Cohen, El nervio óptico, de María Gainza y Mockba, de Diego Muzzio.
El número no importa. Es poco probable que vuelva a leer más de cincuenta libros al año, como cuando sobrevivía a la pesadez de los veranos entre los libros de mi abuelo.
Sean 30, sean 20, sean 10, sean dos o tres, los libros que leemos en el año son los que elegimos para que nos acompañen en los momentos más importantes y en los más mínimos. Son los hilos que hilvanan nuestro día a día en un tejido invisible pero resistente, que nos sostiene en tanto nos sigue contando historias.
A veces, los libros me ayudan a encontrar el sentido que se me escapa. Pueden ser el remedio para evadirnos del mundo por un rato, pero también son una forma hermosa de sumergirnos entre sus pliegues; de conocer el universo desde nuevos puntos de vista, y de entenderlo—y de entendernos, con suerte—un poquito mejor.
A través de Bibliofilia, espero haberte acompañado también, un poco, en tus lecturas y en tus días.
Gracias a vos y a muchos otros lectores curiosos, en estos meses:
Bibliofilia superó los 800 suscriptores
Hicimos clubes de lectura presenciales y virtuales, sobre Mis días en la librería Morisaki, Los peligros de fumar en la cama y La sal, en el que además conversamos con la autora. En cada oportunidad se formaron lindísimos espacios de reflexión y diálogo.
Bibliofilia sumó formato podcast! Por lo pronto, con dos capítulos: la entrevista a María de los Ángeles Lasa sobre su crónica en Corea del Norte, y la conversación con Liniers, el dibujante de la tira Macanudo.
A partir de las entrevistas que tuve el placer de realizar—en orden: a Martín Kohan, Marcelo Birmajer, Dolores Gil, Arelis Uribe, Esteban Escalona, María Belén Sanchez, Nancy Ghan, Juana Libedinsky, Javier Sinay, Nicolás Artusi, Milagros Pochat, Diego Geddes, Valentín Muro, Ricardo Siri alias Liniers, Carlos Aguirre, Fernanda García Lao, Nurit Kasztelan, María de los Ángeles Lasa y Eddie Fitte—ahora sé un poco más sobre cómo, cuándo, dónde y por qué escriben los que escriben, y disfruté mucho de invitarte a que vos también te sumergieras en sus mundos.
Gracias.
Ahora sí, nos leemos el año que viene. Te invito a escribirme si tenés comentarios, recomendaciones de libros, ideas para próximos clubes de lectura o cualquier otra cuestión literaria que quieras compartir. Espero tu correo.
Un abrazo grande,
Jessie
Jessie
Me encantó la reseña de
Tus libros leídos;voy a
Tomar tu información
Para elegir alguno
Muchas gracias
Jessie, un placer leer tus textos en el 2024. Ha sido un contenido muy valioso que he seguido de cerca. Que el año que viene traiga muchos libros, historias y encuentros ❤️