Nurit Kasztelan es una escritora, editora y librera argentina. Me atiende por teléfono un lunes por la tarde; yo estoy en Nueva York y ella en Iowa, en Estados Unidos. Fue seleccionada para participar de la residencia de escritura (International Writing Program) de la Universidad de Iowa junto a otros 35 escritores de todo el mundo, tras la publicación de su último libro, Tanto (2023), que la convirtió en una de las autoras más destacadas del último año.
En Tanto, una mujer, Helena, se va a vivir sola al campo. Se lleva una maleta y algunos libros. Piensa que respirando el aire de los árboles, llenándose la mirada de color verde y contemplando las vastas pampas argentinas, podría superar los recuerdos que la acechan.
“Sus padres le pusieron Helena. Como los helechos, necesita abundante agua para sobrevivir (…) Fue a vaciarse, pero no sabe bien de qué.” —Tanto
Leo el libro en el avión, y pienso que mi tiempo se desacelera al ritmo de la historia. La prosa de Nurit Kasztelan fluye con calma. Es contemplativa y poética, y desborda de texturas: Helena registra con detenimiento el roce de las ramas de los árboles, el crepitar cálido del fuego, el vuelo de un pájaro que deja su hogar.
Helena se encierra y se aisla del mundo para olvidar la enfermedad de su madre, el deterioro de la memoria, el abandono del cuerpo. La llanura pampeana es infinita, y la escritura de Nurit es sigilosa, lenta y fragmentaria; la trama avanza a pasos cortos, con frases simples y capítulos de solo una o dos páginas.
Leo, y siento que el aire se enmudece. Las conversaciones se apagan bajo el sonido aplastante de las turbinas, las distracciones se vuelven lejanas. Como Helena, permito que el tiempo se estire y se ponga en pausa. Paso las páginas y no miro el reloj.
Cómo
“La novela empezó condensada en tres carillas”, dice Nurit. “Me interesaba pensar qué le pasaría a una persona si se encerraba y se aislaba de la gente. Yo quería imaginarme a una mujer en ese experimento, porque no hay muchas historias de mujeres que se recluyen en soledad. Hay cosas que a Helena le cuestan, como cortar leña”, continúa. “No es lo mismo una mujer sola en el campo que un hombre. La experiencia es distinta, y creo que la literatura no explora tanto el lado femenino de esas búsquedas”.
Cuánto
“Yo escribo lento, pero lo que escribo, queda. Después corrijo la estructura, pero no tanto la escritura. Al principio, mi forma poética de escribir tenía fallas narrativas: en la historia parecía que no había paso del tiempo. Eso lo fui trabajando. La idea de la novela comenzó antes de la pandemia, en 2017 o 2018. La empecé a escribir en 2020 y me llevó un año y medio”.
Cuándo
“Me sirvió la pandemia para no ver gente, encerrarme, y estar un poco en el mismo estado del personaje: antisocial. No había estímulos, entonces yo solo leía, y, con 30 libros sobre la mesa, me divertía imaginar una casa en el campo”.
En la novela, Nurit despliega un vocabulario sobre cultivos, árboles y flores sorprendentemente específico para una persona que vivió toda la vida en la ciudad.
“Lo de la naturaleza era un interés previo. Yo ya leía mucho del tema, pero los libros sobre plantas son carísimos. Entonces con la novela los pude justificar. Me los compraba y me los devoraba. Además ya tenía en la cabeza la literatura del campo por haber cursado Letras. Terminé releyendo y dialogando con las bases de la literatura argentina, fue como hacer una reescritura de todos los autores que amaba”.
“Le gustaría hacer el experimento de sentarse todos los días en el mismo pedazo de tierra a mirar el mismo árbol, el cielo desde el mismo ángulo, y registrar qué cambia.”—Tanto
Dónde
Nurit no solo es una aficionada de la literatura campestre, sino que necesita del verde para escribir. En Iowa, se sienta en la biblioteca de arte, “que es la que tiene un laguito y una cascadita”, explica, y escribe al aire libre.
“También agarro la bicicleta y me voy a escribir a una cabaña que queda lejos, en medio del campo abierto. No soy de las personas que escriben en una biblioteca cerrada o en el cuarto del hotel. Necesito la luz”.
En la novela, la protagonista contempla el campo en su estado más salvaje. Esa escena Nurit la escribió mirando la begonia que tiene en una maceta en su casa. “Necesito mirar el cielo, sentarme en los bancos bajo los árboles”, sigue. Como Helena, vive ebria de paisaje.
“No siente que lee libros, sino que se lee a sí misma a través de los libros que leé”—Tanto
“Tanto es un texto que no es sobre libros, es sobre la naturaleza. Yo no quería que Helena fuera un personaje letrado. Es una química que trabaja en un laboratorio. Pero como yo estaba usando tantos libros, e hice tanta lectura para escribir, quise hacer un guiño”. En la novela, Helena no sabe nada del campo, y entonces aprende leyendo: cuándo cultivar las zanahorias, de qué forma colocar las semillas en la tierra. Los libros están en todos lados, desordenados en los estantes, en pilas sobre la mesa. “Se me fue de las manos. Es como esto de la lectura que es tan parte de mi vida que no podía no estar”.
“Pudo curarse del insomnio con una almohada rellena de hojas de té verde y paja molida. Lo había leído en un libro que hablaba sobre el cuerpo en la cultura japonesa y quiso probar si le funcionaba, aunque fuera como placebo”—Tanto
Hay una fuerte presencia de elementos de la literatura y mitología japonesa en la novela. “Lo de Japón estuvo desde que empecé a escribir la novela, por mi propia obsesión con el país, lo que yo había leído y sabía”, explica Nurit. Después de que su editora, Leonora Djament, la animara a que ampliara en el tema, Nurit comenzó a leer autores y teorías sobre Japón para usar en el libro de forma deliberada.
“Helena es un personaje que quiere volverse zen, tranquila, callada, y sin embargo ella es todo lo opuesto. Japón entonces representa todo lo que el personaje no es, pero a lo que aspira”.
“Se me ocurrió que estaba armando un Japón en la pampa húmeda. Japón es un país muy idealizado. El personaje imagina un Japón que no es un Japón real, y la pampa que aparece en la novela también es imaginaria; nunca se localiza. No se sabe cuánto ella tardó en llegar allí, ni dónde está en el mapa”.
“Adonde está, las cosas no cambian. Es ella la que cambia, pero todavía no tiene lenguaje, no se le armaron las palabras para contarlo”—Tanto
Por qué
“Necesito escribir para transformarme”, dice Nurit. “La literatura tiene ese poder. Hay un montón de cosas que yo no haría en la vida—encerrarme sola, irme al campo—pero que pude explorar a través de la novela”.
“También necesito escribir para entender el mundo, para ordenarlo”, continúa. “Falleció mi mamá y empecé a escribir una novela sobre alguien que vacía su departamento, porque yo no podía empezar a vaciar el suyo. Estaba bloqueada emocionalmente, y la única forma de hacerlo fue escribiendo.”
Nurit escribe porque, “de verdad”, me dice, no puede hacer otra cosa. “Voy a ser alguien que escriba siempre”.
Además
Nurit Kasztelan tiene una librería atípica. Se llama “Mi Casa” y queda dentro de la casa de la autora. Desde su apertura en 2009, la librería se especializa en libros raros y difíciles de conseguir—el tipo de libro que a Nurit le gustaba leer y que no encontraba en las librerías comunes de Buenos Aires. En sus palabras, es “literatura incómoda para los estantes”: libros grandes y pesados, de páginas frágiles o sin lomo.
También fundó su propio sello editorial, Excursiones, que se dedica a ensayos latinoamericanos contemporáneos. “Un editor es alguien que inventa los libros que quiere leer”, me dice la autora.
Acá te dejo la vista previa de Tanto. Lo podés comprar en librerías de Argentina y Uruguay. También lo conseguís en formato ebook en bajalibros.com.
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Nos leemos estos días. Te mando un abrazo,
Jessie
Excelente post 🤩🤩🤩
Bellísimo post!