Fernanda García Lao: "Soy una imperfeccionista"
Una conversación con la escritora de lo insólito
Fernanda García Lao termina de hacer el trámite de la reserva de un hotel y, apurada, atiende el teléfono. A través de la línea que conecta Barcelona con Nueva York, me cuenta que al día siguiente viajará a una ciudad en el norte de España para participar en un congreso de escritores dedicado a la literatura de lo insólito.
Fernanda García Lao es escritora y dramaturga. Nació en Mendoza, Argentina, y creció en Madrid, donde estudió piano, danza, teatro y periodismo. Escribió tres libros de poesía, tres libros de cuentos, y ocho novelas. Pienso que, si tuviera que definir su obra en una sola palabra, no habría encontrado otra tan precisa y tan punzante como esa: literatura de lo insólito. “Es todo aquello que sale de lo tradicional, de lo clásico”, explica la autora.
Llenos de sombras, sus relatos transitan entre lo fantástico, lo distópico y lo absurdo. En Fuera de la jaula (2014), a una mujer se le clava un disco de música en el cuello y muere de inmediato. Apenas después de ser enterrada, su alma escapa del cajón y, convertida en fantasma, protagoniza una historia erótica y oscura ambientada en la Argentina de finales del siglo XX. En Sulfuro (2022), una mujer se muda a una casa frente a un cementerio y jura que puede oler a los muertos. Entre delirios suicidas y obsesiones cristianas, progresivamente se entrega a la locura.
Lo surreal, lo sexual y lo horroroso se enhebran con delicadeza en cada una de sus historias. La prosa de García Lao, aguda e inteligente, se desliza entre las páginas como un veneno silencioso; su narrativa es macabra, corrosiva y fatal.
“Recuerde: un criminal quiere matar y ninguna muerta quiere morir, lo que anticipa una batalla violenta. Con los ojos cerrados, él tirará cuchilladas y sacará pedazos de aquella extraña que lo ha seguido. El asesino es un muelle de acero, la muerta crujirá como un barco que se hunde y se morirá dos o tres veces”.
—Fernanda García Lao, Cómo usar un cuchillo
En nuestra conversación, le pregunté cómo, cuándo, dónde y por qué escribe.
Cómo
“Nunca pienso en la historia antes de sentarme a escribir. Es como estar en una selva donde todos los caminos a seguir parecen iguales, porque no se ve nada. Entonces hay que jugársela y dejarse llevar por la intuición. Escribo desmalezando”, dice la autora. “A menos que alguien me haya contado una anécdota que, por lo absurda o extrema, se me haya quedado impregnada de alguna forma. En Teoría del tacto (2023), hay varios textos que surgieron de hechos verdaderos, narrados por personas de mi familia. Por supuesto, con el permiso de metamorfosearlos y de apropiármelos”.
“Hay algo de esos relatos familiares, o del círculo de afectos, que cuando los escucho pienso: esto no puedo permitirme el lujo de perderlo. Son historias con detalles que no quiero dejar morir. Porque hay algunos asuntos de la vida que son casi imposibles de concebir desde la imaginación; serían un exceso. Y, sin embargo, son historias que suceden. La vida es hiperbólica”.
Cuando Fernanda García Lao se sienta en su escritorio, escribe casi sin pausas ni interrumpciones. Muchas veces, también se graba hablando en voz alta, intentando desentrañar con la voz las historias sombrías que se le ocurren.
“Una vez que abro la posibilidad de la escritura, necesito no detenerme hasta que me quede sin aire; con las manos o con la boca. Si puedo, escribo dos o tres páginas seguidas, sin parar. Cuando hago una pausa, voy hacia atrás y voy revisando”. Después, hace una limpieza. “Rescato lo que me interesa y elimino enseguida lo que no. Soy muy impiadosa”.
“El suelo estará caliente cuando ella caiga como una torta de crema con los ojos ardiendo, o los oídos tapados, agarrando pedazos de hierba seca y luchando contra el envilecido: se sabe que no hay tiempo, un cuerpo tiene poco tiempo, se mata rápido. Estamos llenos de venitas frágiles y de pronto un demente te derrama y te deja toda al descubierto”.
—Fernanda García Lao, Cómo usar un cuchillo
Fernanda García Lao juega con el lenguaje con la sensibilidad de una poeta y la precisión de una cirujana. El talento para las letras y la fascinación por encontrar siempre las palabras justas son un sello de familia.
“Mi madre era poeta y mi padre era periodista. Él tenía una cierta debilidad por la corrección oral”, dice Fernanda. “Somos tres hermanas, y cuando almorzábamos o cenábamos, si repetíamos dos veces el mismo verbo, mi padre decía busque un sinónimo, m’hijita. Yo creo que eso nos marcó a las tres desde el principio”.
Cuándo
“Cuando me siento a escribir un cuento, a lo mejor hay sol; y cuando lo termino ya es de noche. Nunca lo dejo pasar la noche solo. Además, cuanto menos tiempo tengo, más siento la urgencia de escribir. Si tengo que salir o dar un taller, pienso: ‘Ay, justo ahora que se me ocurre una idea’. Hay algo en esa imposibilidad de encontrar el momento adecuado que, paradójicamente, me habilita la escritura”.
“Igual que cuanto más pobre es el cuadernito, más me animo a escribir en él. No puedo escribir en cuadernos lindos, caros o regalados, porque los voy a manchar. Necesito que sea un cuadernito barato y tachable”.
Dónde
Fernanda se mudó cinco veces de continente, y cambió 28 veces de casa. “Para escribir, no me perturba dónde estoy, solo necesito estar sola”, cuenta. “Es mi única condición”.
Por eso, no escribe en cafés ni bares. Sin embargo, se sienta en ellos para escuchar conversaciones ajenas y robar frases a escondidas que luego usa en sus textos. Graba a los taxistas, a la gente que camina por la calle, a los hombres y mujeres que intercambian conversaciones matutinas en los negocios y cafés.
Durante un viaje reciente a Praga, por primera vez se sentó a escribir en un bar. “No entendía lo que la gente decía, entonces nadie me distraía de mí. Al no saber el idioma, era como estar sola en cualquier parte”.
A pesar de sus muchos viajes y mudanzas, fue en una sola casa, en Buenos Aires, donde empezó y terminó todos sus libros. “Uno de mis temores, al dejar esa casa, era no poder encontrar otra que escribiera así, como esa. Yo creo que hay casas que escriben mal”, dice Fernanda, “No sé exactamente por qué, pero creo que para que una casa escriba bien, tiene que haber vivido gente antes. Y tiene que tener buena luz”.
En esa casa, a la escritora una vez se le ocurrió ubicar la cama en medio de la habitación, con la cabecera mirando hacia el cementerio de Olivos, que quedaba a exactamente dos cuadras. Durante esos días, la escritora tuvo sueños truculentos y borrascosos, que fueron el hilo del que tiró para empezar a escribir su siguiente novela, Sulfuro. “Sentí que la cama, en esa posición, habría como un canal hacia el cementerio”, dice.
Inspirada por esos sueños extraños, Fernanda comenzó a visitar el cementerio con regularidad. Convencida de que ahí había una historia por contar, recorría las tumbas una a una, deteniéndose a leer los nombres de los muertos tallados en la piedra, a observar sus rostros en las fotografías en blanco y negro, y a reparar en los detalles de sus mausoleos y casas eternas.
“Los sueños para mí son un recurso muy rico, porque son incontrolables. Una no los puede planificar. Antes tenía miedo de que se me olvidaran, pero luego aprendí a recordarlos siempre por la mañana. Ahora es como si tuviera un almacén”.
En Nación Vacuna (2020), una novela distópica sobre los mandatos de belleza impuestos a las mujeres, García Lao escribe: La perfección no existe. En todo, reina la asimetría y lo torcido.
“La perfección me parece fascista”, responde al preguntarle si esa frase también se aplica a su escritura. “Es un concepto de higiene, de control y de previsibilidad. Me resulta sumamente aburrida y sospechosa. Cuando escucho que alguien dice ser perfeccionista, pienso: alejate. Yo creo que soy una imperfeccionista”.
Por qué
“Se dice mucho que la escritura es una forma de salvación. Yo, en verdad, no creo que una se salve de nada. Pero sí pienso que en la escritura hay una especie de combate contra la muerte. Mientras se escribe, se suspende el tiempo. Se suspende el espacio, se suspende el yo”.
Además
Si querés empezar a leer a Fernanda García Lao, te recomiendo arrancar con Cómo usar un cuchillo y otros cuentos (2013). Es una colección de relatos cortos, con personajes oscuros y tramas fugaces que no vas a poder soltar. Recuerdo que lo compré en una librería sobre Avenida Cabildo porque me llamó la atención la portada y el título. Fue el primero que leí de la autora, y su escritura me fascinó desde entonces.
Más sobre la autora:
Obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes por su novela Muerta de hambre, el Tercer Premio Cortázar por La perfecta otra cosa y la Beca Antorchas por su obra teatral Ser el amo. Además publicó las novelas La piel dura y Vagabundas, el libro de cuentos El tormento más puro y los libros de poesía Carnívora, Dolorosa y Autobiografía con objetos. Fue editada en Latinoamérica, España, Francia, Italia y Estados Unidos.
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