Empecé a leer las historietas de Liniers cuando tenía 12 años.
El libro era gigante, de tapa dura, tan pesado que no podía sostenerlo con mis brazos y tenía que apoyarlo sobre la mesa del comedor para leerlo. Compilaba los 5 primeros libros de la tira cómica Macanudo, y fue uno de los mejores regalos que recibí nunca.
Aprendí a leer con Mafalda, la icónica tira del humorista argentino Quino, sobre una niña inteligentísima en la Buenos Aires de los 60’. Creo que por eso, cuando descubrí Macanudo y a uno de sus personajes principales, Enriqueta—una niña apasionada por la literatura que usa palabras grandilocuentes, odia las matemáticas y hace filosofía sobre la vida desde su hamaca—, fue un flechazo instantáneo.
Ricardo Siri es ilustrador, pintor, editor y el autor de Macanudo. Es más conocido como Liniers—como firma cada una de sus tiras cómicas desde hace más de veinte años, con su segundo nombre—, y es uno de los historietistas latinoamericanos más reconocidos de este siglo.
Sus primeras ilustraciones aparecieron en el diario argentino LA NACIÓN en 2002, y hasta el día de hoy encontrás sus viñetas en la sección de espectáculos.
Macanudo es una historieta estrambótica y genial en la que desfilan los personajes más variados: desde palomas que entonan canciones de Nirvana hasta robots sensibles; pingüinos de la Patagonia argentina, Olga, el amigo imaginario de Martincito; y el propio Liniers, que se dibuja a sí mismo como un conejo.
La historieta se tradujo a varios idiomas y se publica en distintos países, entre ellos Brasil, Canadá, Francia e Italia. Próximamente, sale el libro número 18 de la serie.
Además de Macanudo, Liniers tiene múltiples otros proyectos: ilustró las portadas de ábumes de música y también varias tapas de la revista The New Yorker. En estos meses está de gira con el cantante Kevin Johansen, donde se sube al escenario y dibuja en vivo mientras Johansen canta junto a su banda. (Yo los vi el año pasado en Buenos Aires: Si te gusta la música de Kevin y la excentricidad de Liniers—y querés ver un gran show con dos grandes artistas en escena—te recomiendo mucho que vayas a verlos).
En los últimos años, Liniers también fundó la Editorial Común y empezó a publicar cuentos ilustrados para chicos, llenos de historias cálidas e inteligentes como las que se comprimen en las viñetas diarias de Macanudo. Los dibujos tienen la marca de su estilo; acuarelas, trazos livianos y colores primarios que se reconocen a la distancia.
Por el impacto que tiene su trabajo en tantos puntos del mapa—y el que tuvo en mi propio camino como lectora—desde el inicio de Bibliofilia que quise entrevistarlo. Esta es la primera parte de nuestra conversación.
Llueve en Buenos Aires y a pesar del tráfico sobre la Avenida Santa Fe, logro llegar al edificio a la hora indicada.
El portero eléctrico no funciona. Me abre el encargado y me dice que suba directamente. Llamo al ascensor, me miro en el espejo, y compruebo que estoy empapada. Subo, toco el timbre, y me abre la puerta un señor que no es a quien busco. Confundida, llamo al ascensor y vuelvo a la planta baja. Hablo con el encargado, me corrige el piso, vuelvo a subir y toco el timbre en otro departamento.
Me abre la puerta Liniers, y me dice: “¿Vamos a un café?”
“Al principio dibujaba porque me gustaba, pero nunca creí que iba a vivir de dibujar”, explica mientras le traen el café americano. Lo apoya con cuidado sobre la mesa redonda.
“Cuando empecé a hacer la tira, estaba de moda hacer humor sobre cosas puntuales: Maitena hablaba de las mujeres, otro hablaba de la oficina, pero yo no tenía ningún tema particular del que hablar. No sabía nada de nada. Entonces pensé: yo soy raro. Y dije bueno, voy a hacer la tira sobre cosas raras. Y resulta que todo el mundo es raro. Para lo que más me sirvió esta historieta es para darme cuenta de eso”.
Liniers siempre termina sus frases con una sonrisa amplia. No importa de qué esté hablando; pareciera que se divierte con todo lo que dice. Cuando me cuenta sobre su trabajo, gesticula con entusiasmo, lanzando las manos por todos lados, tanto que pienso que va a chocarse con la gente sentada en las mesas de al lado.
“Macanudo es una tira que hace muchas cosas diferentes todo el tiempo: los duendes tienen un humor absurdo y surrealista, el hombre de negro es críptico y misterioso, Enriqueta es una chiquita que dice cosas inteligentes. Cada lector encuentra algo que le gusta, y después se termina enganchando con el resto de los personajes también”.
Liniers toma un sorbo de su café. Lleva una camisa blanca bajo un suéter gris. El pelo revuelto, canoso, desentona con el resto de la vestimenta y le da un aire de artista incomprendido.
Al final, años más tarde de sus primeros dibujos, Liniers se dio cuenta de que nadie sabe mucho de nada. “Estamos todos igualmente confundidos”, dice, los ojos brillantes detrás de sus lentes cuadrados de montura negra. “A mí me gusta que la tira esté confundida”.
Cómo
“A veces la idea empieza con un dibujo que quiero hacer, algo que se me ocurre que va a quedar lindo o simpático. Por ejemplo, pienso en un duende con un paraguas al revés, usándolo de bote, porque es linda la idea del paraguas resignificado. A partir de ahí veo qué puedo hacer con eso”.
“Hoy estaba leyendo y me di cuenta de que es raro el momento en que pasás la página de un libro. Es un momento silencioso, que no existe en la narración, pero que lo hacés 300 veces mientras leés”. Liniers hace una pausa y sonríe. “No sé. Son boludeces que a veces pienso, y después puedo dibujar a Enriqueta pensando eso”.
Saca una lapicera de tinta roja del bolsillo de su pantalón y dibuja unas líneas indescifrables sobre la servilleta. Acaba de tener una idea. Me explica que el garabato es un hombre con una pipa. Ahora con una birome negra dibuja otro hombre con una pipa, y más pipas a los costados. Los garabatos se superponen y no los entiendo. Igual me guardo la servilleta cuando nos terminamos los cafés.
“Si le preguntás a cualquiera que labure con lo creativo, hay una antena que tenés siempre parada, como si fuera una caña de pescar. Vas por la vida diciendo estupideces, tomando vino con tus amigos, diciendo pavadas, peleándote por política, y de repente alguien dice algo y ¡Uy! Lo pescás: es una idea”.
Liniers, además, tiene tres hijas: Matilda, Emma y Clementina. Son tres fuentes de inspiración. “Cuando era chiquita, Clementina se acercaba a la mesa donde yo estaba dibujando y me decía cosas raras. Eran casi como pequeñas poesías surrealistas. Y yo pensaba esto lo tengo que dibujar”.
Algunas de esas frases aparecen en Macanudo y en sus otros libros ilustrados para chicos, como Buenas Noches Planeta, donde narra las aventuras nocturnas del animalito de peluche de una niña, y Flores Salvajes, el relato fantástico de tres chiquitas que naufragan en una isla perdida. “Los libros no son sobre ellas pero surgen de mirarlas a ellas: de verlas jugar”.
Dónde
“Mi mesa de trabajo es un caos. Creo que el desorden es parte de mi estética. No la suciedad, pero sí el desorden” determina mientras empuja las tazas y platitos sobre nuestra mesita de café, “siempre tengo que estar así haciendo espacio. Se me vienen todos los materiales encima”.
Hace 8 años que Liniers dibuja desde Vermont, Estados Unidos, adonde se mudó junto a su familia tras ser invitado por la Universidad de Dartmouth a dictar allí una materia sobre historietas latinoamericanas.
Vermont es un estado conocido por sus bosques y paisajes naturales, donde el ilustrador disfruta de la pureza del aire y de una vida tranquila, aunque extraña, a veces, el ruido, la humedad, y las calles porteñas.
“Buenos Aires es como el sofá de mi casa. Todos los demás sofás del mundo pueden ser mejores, pero no es lo mismo. Al final, el único sofá en el que estás realmente cómoda es el de tu casa. Tu sofá es donde nacés”.
Cuánto
Desde 2002, Liniers publica una tira diaria, incluidos sábados y domingos, en el diario LA NACIÓN.
“Parece mucho, porque los días pasan y no paran nunca. Pero es tener solo una idea por día. Imaginate que tu trabajo sea pensar un ratito por día nada más. Ni siquiera tiene que ser buena la idea. Es mejor si es, porque te vas a sentir menos mal. Pero es una idea y ya está, se acabó mi día de trabajo. Después tengo que dibujarla, pero esa parte me gusta mucho más”.
Cuando empezó a escribir Macanudo, tenía miedo que se le iban a acabar las ideas, entonces llenaba un montón de cuadernos de bocetos con ideas de tiras si un día se quedaba en blanco.
Ahora ya no parece temer, y trabaja directamente sobre papeles sueltos. Piensa la idea y boceta la tira a lápiz en el momento. Después esas hojas desaparecen, probablemente entre el desorden de su escritorio.
Liniers no fuma, no toma, y no tiene otras adicciones que acompañen su escritura salvo las galletitas con chocolate que consume cuando piensa las ideas. “No está bueno, estoy intentando dejar. Todos tenemos un costado oscuro”.
Por qué
“La pregunta sería, primero, por qué leo. Yo escribo porque leo. ¿Qué me pasó de chico para que al agarrar un libro como Tom Sawyer me hiciera tanto bien? Es algo que no tiene un valor pragmático”.
“Es como si solo tuviéramos un pase en la calesita, pero queremos que parezca que da más vueltas. Nunca voy a ser mujer, pero puedo leer Madame Bovary o a Sylvia Plath, y de esa manera empiezo a vivir más vidas. Lo mismo pasa cuando ves una película o una pintura. Queremos vivir muchas vidas en una sola, y el arte tiene eso, te da la fantasía de pensar con el cerebro de otros por un ratito”.
“Por eso es que consumo arte. Y después, quise estar del otro lado del espejo. ¿Qué pasa si yo hago arte?, me pregunté.”
“Eso me pasó de chico, vino un compañero de clase y me mostró una historieta que había dibujado el fin de semana. Ahí me di cuenta: Ah, pensé, las puedo hacer yo también. Quino es una persona, Hergé es una persona. Y ahí empecé a crear mi mundo, que es como jugar a ser dios. Puedo diseñar un universo yo mismo. Es un juego muy lindo. Como no sabemos realmente qué es todo esto, no sabemos nada, tenemos que jugar”.
Próximamente…
El nuevo libro de Liniers, Cuentos de noche: relatos de Latinoamérica, reúne tres espeluznantes historias populares de distintos rincones de América Latina. El libro es maravilloso, como cada cosa que hace Liniers. En la segunda parte de esta entrevista, que saldrá la próxima semana, conversamos sobre las historias de miedo, los relatos tradicionales de la región, la literatura para chicos y lo especial de sus ilustraciones.
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Como siempre, espero que estés teniendo un buen domingo, que descanses y leas mucho. Seguimos la conversación acá en los comentarios y por Instagram, donde podés ver más sobre libros, reseñas literarias, y librerías por las que paseo en Nueva York 🌼
Nos leemos estos días. Te mando un abrazo,
Jessie
Qué maravilla de entrevista, Jessie. Vi a Liniers con Kevin Johanssen en Chile hace años, una delicia. Mi gran pregunta: ¿qué vas a hacer con esa servilleta?
Genial, muchas gracias por este artículo. Yo conocí sus dibujos por otro dibujante, chileno, Alberto Montt.